Cristo está vivo y nos da vida plena

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Haberlo conocido es lo mejor que nos pasó en nuestras vidas,

Y darlo a conocer con las palabras y la vida, da alegría.

Es un don seguirlo, y aquí estamos caminando,

Viviendo su llamado y en él recomenzando.

Cristo nos ha hablado en los corazones y algo nos atrajo.

Nos ha fascinado su propuesta y aquí estamos asombrados.

Él nos apasiona, y queremos anunciarlo,

¡A todos nuestros pueblos, a todos los hermanos!

Caminemos con Jesús, para dar vida a los pueblos.

Somos sus discípulos, y él nos hace misioneros.

Para que todos los pueblos, tengan vida en Él.

Tengan vida en Él, tengan vida en Él.

Él es Pan de Vida que se ofrece por completo, Eucaristía.

Él, quien nos congrega y nos llama a ser su cuerpo, ser Iglesia.

Él es quien nos une, y nos hace hombres nuevos,

para ser servidores llevando su Evangelio.

No tenemos miedo porque Cristo nada quita y lo da todo,

Él nos dio a María, como Madre que acompaña nuestros pasos,

Ella, nuestra escuela, con ternura nos enseña.

Hacer lo que Él nos diga y que en la vida sea. (Est.)

Vemos cuantos sufren la injusticia y que cargan la pobreza,

Cuanta juventud conoce solo la cultura de la muerte,

Cristo es el Camino, la verdad que nos libera,

Cristo está vivo y nos da vida plena,

Ser los centinelas vislumbrando una mañana que ya llega,

vamos mar adentro que sabemos el Maestro nos espera.

Ser protagonistas de este tiempo de la historia,

Su Espíritu nos quema, la Pascua nos renueva.

 

Miércoles de la cuarta semana de Tiempo Ordinario. 

31/01/2018 
PRIMERA LECTURA
Soy yo el que ha pecado al censar al pueblo. Pero ellos, las ovejas, ¿qué han hecho?
Lectura del primer libro de Samuel 24, 2. 9-17

En aquellos días, el rey David mandó a Joab, jefe del ejército, que estaba a su lado:

«Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a haz el censo del pueblo, para que sepa su número»

Joab entregó al rey el número del censo del pueblo: Israel contaba con ochocientos mil guerreros, que podían empuñar la espada y en Judá con quinientos mil hombres.

Pero después, David sintió remordimiento por haber hecho el censo del pueblo. Y dijo al Señor:

«He pecado gravemente por lo que he hecho. Ahora, Señor, perdona la falta de tu siervo, que ha obrado tan neciamente»

Al levantarse David por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió esta palabra del Señor:

«Ve y di a David: así dice el Señor: “Tres cosas te propongo. Elige una de ellas y la realizaré”»

Gad fue a ver a David y le notificó:

«¿Prefieres que vengan siete años de hambre en tu país?, o que tengas que huir durante tres meses ante tus enemigos, los cuales te perseguirán, o que haya tres días de peste en tu país? Ahora reflexiona y decide qué he de responder al que me ha enviado?»

David respondió a Gad:

«¡Estoy en un gran apuro! Pero pongámonos en manos del Señor, cuya misericordia es enorme, y no en manos de los hombres».

Y David escogió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. El Señor mandó la peste a Israel desde la mañana hasta el plazo fijado.

Murieron setenta y siete mil hombres del pueblo desde Dan hasta Berseba

El ángel del Señor extendió su mano contra Jerusalén para asolarla. Pero el Señor se arrepintió del castigo y ordenó al ángel que asolaba al pueblo:

«¡Basta! Retira ya tu mano»

El ángel del Señor se encontraba junto a la era de Arauná, el jebuseo. Al ver al ángel golpeando al pueblo, David suplicó al Señor:

« Soy yo el que ha pecado y el que ha obrado mal. Pero ellos, las ovejas, ¿qué han hecho? Por favor, carga tu mano contra mí y contra la casa de mi padre».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 31, 1-2. 5. 6. 7
R. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
y en cuyo espíritu no hay engaño. R.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R.

Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R.

Aleluya Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

  1. Mis ovejas escuchan mi voz – dice el Señor -,
    y yo las conozco, y ellas me siguen. R.

 

EVANGELIO
No desprecian a un profeta más que en su tierra
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:

«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».

Y se escandalizaban a cuenta de él.

Les decía:

«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.

Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor.

Martes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario. 

30/01/2018 
PRIMERA LECTURA
¡Hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar!
Lectura del primer libro de Samuel 18, 9 -10. 14b. 24-25a. 31 – 19, 3

En aquellos días, Absalón se encontró frente a los hombres de David.

Montaba un mulo y, al pasar el mulo bajo el ramaje de una gran encina, la cabeza se le enganchó en la encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que montaba siguió adelante.

Alguien lo vio y avisó a Joab:

«He visto a Absalón colgado de una encina».

Cogiendo Joab tres venablos en la mano y los clavó en el corazón a Absalón.

David estaba sentado entre las dos puertas.

El vigía subió a la terraza del portón, sobre la muralla. Alzó los ojos y vio que un hombre venía corriendo en solitario.

El vigía gritó para anunciárselo al rey.

El rey dijo:

«Si es uno solo, trae buenas noticias en su boca».

Cuando llegó el cusita, dijo:

«Reciba una buena noticia el rey, mi señor: El Señor te ha hecho justicia hoy, librándote de la mano de todos los que se levantaron contra ti».

El rey preguntó:

«¿Se encuentra bien el muchacho Absalón?».

El cusita respondió:

«Que a los enemigos de mi señor, y a todos los que se han levantado contra ti para hacerte mal les ocurra como al muchacho»

Entonces el rey se estremeció. Subió a la habitación superior del portón y se puso a llorar. Decía al subir:

«¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar !¡Absalón, hijo mío, hijo mío!».

Avisaron a Joab:

«El rey llora y hace duelo por Absalón».

Así, la victoria de aquel día se convirtió en duelo para todo el pueblo, al decir que el rey estaba apenado por su hijo.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 85, 1-2. 3-4. 5-6
R. Inclina tu oído, Señor, escúchame.

Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R.

Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R.

Aleluya Mt 8, 17b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

  1. Cristo tomó nuestras dolencias
    y cargó con nuestras enfermedades. R.

 

EVANGELIO
Contigo hablo, niña, levántate
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:

«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él, y loo seguía mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con sólo tocarle el vestido curaré».

Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:

«¿Quién me ha tocado el manto?».

Los discípulos le contestaban:

«Ves como te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado?»».

Él seguía mirando alrededor, para ver quién había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.

Él le dice:

«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:

«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:

«No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:

«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:

«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

Lunes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario. 

29/01/2018 
PRIMERA LECTURA
Huyamos ante Absalón. Dejad a Semeí que me maldiga, si se lo ha ordenado el Señor
Lectura del primer libro de Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13a

En aquellos días, alguien llego a David con esta información:

«El corazón de la gente de Israel sigue a Absalón».

Entonces David dijo a los servidores que estaban con él en Jerusalén:

«Levantaos y huyamos, pues no tendremos escapatoria ante Absalón. Vámonos rápidamente no sea que se apresure, nos de alcance, precipite sobre nosotros la ruina sobre nosotros y pase la ciudad a afilo de espada».

David subía la cuesta de los Olivos llorando con la cabeza cubierta y descalzo. Los que le acompañaban llevaban cubierta la cabeza y subían llorando.

Al llegar el rey David a Bajurin, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá. Iba caminando y lanzando maldiciones. Y arrojaba piedras contra David y todos sus servidores. El pueblo y los soldados protegían a David a derecha e izquierda. Semeí decía al maldecirlo:

«Fuera, fuera, hombre sanguinario, hombre desalmado. El Señor ha hecho recaer sobre ti la sangre de la casa de Saúl, cuyo reino has usurpado. Y el Señor ha puesto el reino en manos de tu hijo Absalón. Has sido atrapado por tu maldad, pues eres un hombre sanguinario».

Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey:

«¿Por qué maldice este perro muerto al rey, mi señor? Deja que vaya y le corte la cabeza».

El rey contesto:

«¿Qué hay entre vosotros y yo, hijo de Seruyá? Si maldice y si el Señor le ha ordenado maldecir a David, ¿quién le va a preguntar: “Por qué actúas así?».

Luego David se dirigió a Abisay y a todos sus servidores:

« Un hijo mío, salido de mis entrañas, busca mi vida. Cuánto más este benjaminita. Dejadle que me maldiga, si se lo ha ordenado el Señor. Quizá el Señor vea mi humillación y me pague con bendiciones la maldición de este día».

David y sus hombres subían por el camino.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 3, 2-3. 4-5. 6 -7
R. Levántate, Señor, sálvame.

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios» R.

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito, invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo. R.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor; sálvame, Dios mío. R.

Aleluya Lc 7, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

  1. Un gran Profeta ha surgido entre nosotros
    Dios ha visitado a su pueblo. R.

 

EVANGELIO
Espíritu inmundo, sal de este hombre
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.

Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:

«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes».

Porque Jesús le estaba diciendo:

«Espíritu inmundo, sal de este hombre».

Y le preguntó:

«¿Cómo te llamas?».

El respondió:

«Me llamo Legión, porque somos muchos».

Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:

«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».

Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.

Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.

Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.

Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.

Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:

«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».

El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Palabra del Señor.