Lecturas de San Lucas, evangelista. San Lucas Evangelista

18 Oct 2025

Primera Lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,9-17a):

Querido hermano:

Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso. El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho. Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 144,10-11.12-13ab.17-18

R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-9):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa.» Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.»»

Palabra del Señor

San Lucas Evangelista

San Lucas EvangelistaDiscípulo de San Pablo, considerado tradicionalmente como autor del Evangelio según San Lucas y de los Hechos de los Apóstoles. Desde antiguo tuvo fama de artista y se le atribuyeron las primeras representaciones pictóricas de la Virgen María

San Lucas nació en Antioquía de Siria en el seno de una familia pagana a comienzos del siglo primero de nuestra era. En su juventud recibió una esmerada educación y más tarde se dedicó al ejercicio de la medicina. Después de su conversión al cristianismo, acompañó a San Pablo en sus dos últimos viajes, y le asistió durante su cautividad en Roma. Fue en esta época de su vida cuando conoció a otros apóstoles y discípulos que le hablaron de Jesús y de la extensión del cristianismo por Judea y Samaria. Gracias a esta información pudo componer una extensa obra en dos volúmenes, que conocemos actualmente como el Evangelio según San Lucas y el libro de los Hechos de los Apóstoles. A la muerte de San Pablo, San Lucas continuó su labor evangelizadora en Dalmacia, tierras yugoslavas, Galia, Italia y Macedonia. Después de llevar una vida célibe, murió, siendo ya anciano, en Beoda. Más tarde su cuerpo fue enterrado en Constantinopla, y posteriormente fue trasladado a Padua. Desde antiguo tuvo fama de artista y se le atribuyeron las primeras representaciones pictóricas de la Virgen María.

Compañero de San Pablo

El dato más fiable de todos los que tenemos sobre San Lucas es que fue colaborador de San Pablo, pues en los saludos finales de la Carta a Filemón, escrita personalmente por el apóstol, se le menciona junto con Epafras, Marcos, Aristarco y Demás, que también fueron colaboradores suyos en la tarea del evangelio (Flm 23).

[Unos pasajes de los Hechos de los Apóstoles tienen un estilo literario del que se pueden extraer algunas conclusiones acerca de la relación entre Lucas y Pablo]. Estos pasajes, que se encuentran en Hch 16-28 (Hch 16, 10-17; 20, 5-15; 21, 1-8; 27, 1-28,16), se conocen con el nombre de «pasajes nosotros», y se caracterizan porque en ellos se pasa de forma inesperada de la tercera persona del singular (habla el narrador) a la primera persona del plural (habla un grupo que parece haber sido testigo ocular de lo que se narra). Con frecuencia se afirma que estos pasajes están escritos en primera persona porque reflejan la experiencia de San Lucas como compañero de San Pablo. Si Lucas, el colaborador de Pablo y el autor de estas secciones del libro de los Hechos son la misma persona, la relación entre ellos podría reconstruirse con bastante detalle. San Lucas se unió a San Pablo en Filipos, al comienzo de su misión en Grecia (Hch 16, 10-17), y le acompañó hasta su viaje a Jerusalén (Hch 20, 5-15; 21, 1-8). Estos viajes cubren un período de tiempo que va desde el año 51 hasta el 58. Durante el tiempo que duró el arresto de Pablo en Jerusalén primero, y en Cesarea después, San Lucas habría permanecido cerca de él, y habría tenido ocasión de conocer a las comunidades de Judea y Samaria, en las que pudo recabar información para la posterior composición de su obra en dos volúmenes. Dos años después de su llegada a .Jerusalén, San Lucas emprendió junto a San Pablo un accidentado viaje que le llevó a Roma (Hch 27, 1-28, 16). Allí permaneció acompañándole en su cautiverio hasta el año 66 (2Tm 4, 11).

Según esta reconstrucción de los hechos, San Lucas habría pasado junto a San Pablo los quince años más importantes de la vida de éste, aquellos en los que anunció el Evangelio en las comunidades de Grecia, y en los que escribió todas sus cartas. San Lucas pudo conocer no sólo los detalles de su personalidad y de su actividad como misionero, sino también su pensamiento.

Autor del Evangelio según san Lucas y del libro de los Hechos

Si San Lucas era originario de Antioquía, y además pasó dos años en las comunidades de Judea y Samaria durante el cautiverio de San Pablo en Jerusalén y en Cesarea, las afirmaciones sobre la composición del Evangelio según San Lucas y el Libro de los Hechos podrían tener un serio fundamento histórico. San Lucas habría tenido ocasión de informarse acerca de los hechos que no había presenciado personalmente, primero en Antioquía y luego durante su estancia en Judea y Samaria. Estas informaciones estarían recogidas en el Evangelio que lleva su nombre y en los quince primeros capítulos del libro de los Hechos. Sin embargo, desde el capítulo dieciséis hasta el final de Hechos habría recogido su propio testimonio y el de otros compañeros cíe San Pablo. Estos datos concuerdan con lo que el mismo autor del Evangelio, que lo es también de los Hechos (1, 1), nos dice en el prólogo de su primer libro acerca de las fuentes utilizadas en la composición de toda la obra (Lc 1, 1-4):

»Ya que muchos se han propuesto componer un relato de los acontecimientos que se han cumplido entre nosotros, según nos lo transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la Palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado cuidadosamente todo lo sucedido desde el principio, escribirte una exposición ordenada, ilustre Teófilo, para que llegues a comprender la autenticidad de las enseñanzas que has recibido.»

La tradición cristiana es unánime en atribuir estos libros a Lucas, el compañero de Pablo. Se trata de una tradición antiquísima, que se encuentra ya en Ireneo, cincuenta o sesenta años después de la composición de la obra lucana. Y es además una tradición fiable, en el sentido de que no se atribuyeron estos escritos a un apóstol del Señor (como ocurrió con otros Evangelios), o a un personaje importante (como ocurrió con algunas de las cartas), sino a un personaje secundario y en cierto modo oscuro, cuyo único título consistía en haber sido compañero de San Pablo, un privilegio que, por lo demás, muchos otros podían aducir.

Los últimos años de la vida de san Lucas

Las noticias que tenemos sobre los últimos años de la vida de San Lucas tienen un fundamento histórico menos sólido. La noticia tardía de Epifanio, según la cual San Lucas evangelizó Dalmacia, Galia, Italia y Macedonia, es legendaria. Legendaria es también la tradición de que, en los últimos años de su vida, pintó algunos retratos e iconos de la Virgen. Esta tradición podría tener su origen en una noticia transmitida tardíamente por Teodoro Lector (siglo VI d.C.), según la cual. la emperatriz Eudocia encontró en Jerusalén una pintura de la Madre de Dios y la envió a Constantinopla.

Es posible que las noticias sobre su muerte en Beocia y sobre su entierro en Constantinopla sean más fiables.

Santiago Guijarro Oporto, O.D.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A.

Lecturas del Viernes de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario. San Ignacio de Antioquía

17 Oct 2025

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (4,1-8):

Veamos el caso de Abrahán, nuestro progenitor según la carne. ¿Quedó Abrahán justificado por sus obras? Si es así, tiene de qué estar orgulloso; pero, de hecho, delante de Dios no tiene de qué. A ver, ¿qué dice la Escritura?: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación.» Pues bien, a uno que hace un trabajo el jornal no se le cuenta como un favor, sino como algo debido; en cambio, a éste que no hace ningún trabajo, pero tiene fe en que Dios hace justo al impío, esa fe se le cuenta en su haber. También David llama dichoso al hombre a quien Dios otorga la justificación, prescindiendo de sus obras: «Dichoso el hombre que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le cuenta el pecado.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 31,1-2.5.11

R/. Tú eres mi refugio,
me rodeas de cantos de liberación

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R/.

Habla pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mí culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,1-7):

En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea. A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»

Palabra del Señor

San Ignacio de Antioquía

San Ignacio de AntioquíaObispo y teólogo sirio, venerado como santo en las Iglesias católica y ortodoxa, e incluido entre los Padres de la Iglesia y Padre Apostólico. Fue el segundo sucesor de Pedro como obispo de Antioquía de Siria. Murió martirizado en Roma.

Si uno acude a un manual de Patrología —tratado sobre los Padres de la Iglesia— hallará que siempre se abre por un grupo de Padres que reciben el apelativo especial de Apostólicos, y que este grupo, que en un principio parece relativamente numeroso, va reduciéndose hasta quedarse en tres solamente, pues sólo estos tres responden de verdad a ese apelativo, y son: San Clemente de Roma, San Policarpo de Esmirna y San Ignacio de Antioquía, los únicos escritores cristianos —aparte de los autores canónicos del Nuevo Testamento— de finales del siglo I o comienzos del II, cuyos escritos expresan y dan testimonio de la doctrina predicada por los Apóstoles, con los que estuvieron relacionados de manera más o menos inmediata, y acaso personal.

Sin duda el más importante para nosotros es San Ignacio.

Las Cartas

La historia de la vida de San Ignacio se reduce, en definitiva a sus Cartas. En ellas se basa la noticia que podemos leer en la historia Eclesiástica, de Eusebio de Cesarea, que data de los primeros decenios del siglo IV. Hablando de los acontecimientos eclesiales de los tiempos del emperador Trajano (98-117), escribe, a la vez adquirían notoriedad Papías, obispo también de la iglesia de Hierápolis, e Ignacio, el hombre más célebre para muchos todavía hoy, segundo en obtener la sucesión de Pedro en el episcopado de Antioquía. Una tradición [una fuente escrita] refiere que éste fue trasladado de Siria a la ciudad de Roma para ser pasto de las fieras, en testimonio de Cristo. Al ser conducido a través de Asia, bajo la vigilancia cuidadosísima de los guardianes, iba dando ánimo con sus charlas y exhortaciones a las Iglesias de cada ciudad donde hacían parada.

[…] Si queremos resumir en una sola palabra el pensamiento y la preocupación primordial de San Ignacio, indudablemente no hallaremos otra mejor que unidad, pues él mismo se define: «Hombre aparejado para la unión», que traducirían nuestros clásicos.

Comienza proclamando la unidad de Dios desde su convicción, con toda sencillez, sin indicios de tener enfrente a nadie que la niegue. […] La unidad de Cristo tiene enemigos, que han producido mucho daño en las comunidades de Siria y amenazan a las iglesias de Asia Menor a las que Ignacio escribe alertándolas. Frente a esos enemigos, Ignacio afirma su fe cristológica en fórmulas que seguramente ya ha fijado -al menos en parte- el uso litúrgico en la celebración del bautismo y que a finales de siglo formarán parte de la profesión de fe trinitaria emitida en el momento del bautismo y convertida finalmente en Símbolo de los Apóstoles. El acento recae sobre la naturaleza realmente humana del Salvador. Los enemigos de esta realidad humana del Señor merecen, para Ignacio, los peores calificativos: «fieras», «perros rabiosos-, «lobos», «fieras en forma de hombre… Razón: solamente traen «división» y rompen toda «unidad: la de los cristianos con Cristo y la de los cristianos entre sí: rompen la unidad de la Iglesia. Como buen alumno de la escuela de Juan, Cristo es el principio y la fuente de la vida del cristiano: vida nueva, vida en la fe, vida según Dios, vida que debe tratar de imitar y reproducir la unidad «carnal y espiritual» —humana y divina— realizada en Cristo, formando misteriosa unidad con el Padre. Unido a Cristo por la fe y la caridad, el cristiano está unido, con él, a Dios. Esta unión implica, pues, la imitación, pero no una imitación consistente en copiar un modelo externo y lejano, sino un entrar en comunión con la vida divina. La comunión y unión plenas con Cristo se realizará a través de la muerte en comunión con la muerte de Cristo, «vida verdadera».

Camino de Roma

Lo cierto es que Ignacio, «el llamado también Teóforo (portador de Dios)», tuvo que ponerse en camino, como atestigua en sus cartas, para cumplir en Roma la condena por la que había de ser arrojado a las fieras. Escribe a los Efesios: pues, cuando oísteis que, por causa del Nombre [Cristo] y de la esperanza comunes, venía encadenado desde Siria con la confianza de que, gracias a vuestra oración, conseguiría luchar en Roma con las fieras para, al lograrlo, poder ser discípulo, os apresurasteis a verme» (l, 2). Y los despide diciendo: «Rogad por la iglesia de Siria desde donde, a pesar de ser el último de los fieles de allí, soy conducido a Roma encadenado al haber sido juzgado digno de glorificar a Dios» (21, 2).

[…] Y por San lreneo de Lyon y por Orígenes sabemos que se le cumplió su más ardiente y acariciado deseo: ser arrojado a las fieras y morir mártir: «Escribo a todas las Iglesias y anuncio a todos que voluntariamente voy a morir por Dios si vosotros no lo impedís. Os ruego que no tengáis para mí una benevolencia inoportuna. Dejadme ser pasto de las fieras por medio de las cuales podré alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y soy molido por los dientes de las fieras para mostrarme como pan Puro de Cristo. Halagad más bien a las fieras para que sean mi sepulcro y no dejen rastro de mi cuerpo a fin de que, una vez muerto, no sea molesto a nadie. Cuando el mundo no vea mi cuerpo, entonces seré en verdad discípulo. Pedid a Cristo por mí para que, por medio de estos instrumentos, logre ser un sacrificio para Dios (Rm 4, 1-2).

En su persona y en sus escritos, San Ignacio presenta un modo de vida cristiana centrado en la imitación de Cristo para unirse a él, y con él al Padre. La imitación suprema se da en la identificación con él en la muerte martirial. Su espiritualidad es realmente una mística del martirio, teocéntrica a la vez que cristocéntrica, eclesial y litúrgico-sacramental, posible para todo cristiano. Todas sus cartas son importantes para la historia de la Iglesia y de su doctrina, y provechosas para nutrir la vida espiritual de todo discípulo de Cristo. Pero su carta a los Romanos debiera ser de lectura y meditación diarias de todo cristiano, cosa nada difícil hoy, si hay voluntad, pues existen excelentes ediciones al alcance de todos.

Culto

La carta de San Policarpo a los Filipenses nos deja entrever que el culto a San Ignacio comenzó nada más consumarsen el martirio y fue general, pues de todas partes llegan peticiones de copias de las cartas del santo.

El Martirologio Antioqueno señala como fecha de la muerte de San Ignacio el 20 de diciembre del año 107, añadiendo que la muerte fue «en el anfiteatro» de Roma, y determina ese día pata su memoria. La Iglesia bizantina continúa celebrando su fiesta ese mismo día, mientras que los martirologios latinos fijaban su celebración el 1 de febrero, hasta la última reforma, que señaló el 17 de octubre.

Argimiro Velasco Delgado, O.P.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

Lecturas del Jueves de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario

16 Oct 2025

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (3,21-30a):

Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes con su tolerancia los pecados del pasado; se proponía mostrar en nuestros días su justicia salvadora, demostrándose a sí mismo justo y justificando al que apela a la fe en Jesús. Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda eliminado. ¿En nombre de qué? ¿De las obras? No, en nombre de la fe. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. ¿Acaso es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Evidente que también de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 129,1-2.3-4.5

R/. Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54):

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán»; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.

Palabra de Señor

Lecturas del Miércoles de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario. Santa Teresa de Jesús

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico 15, 1-6

Así obra el que teme al Señor, el que observa la ley alcanza la sabiduría.

Ella le sale al encuentro como una madre y lo acoge como una joven esposa. Lo alimenta con pan de inteligencia y le da a beber agua de sabiduría.

Si se apoya en ella, no vacilará, si se aferra a ella, no quedará defraudado.

Ella lo ensalzará sobre sus compañeros y en medio de la asamblea le abrirá la boca.

Lo llenará del espíritu de sabiduría y de inteligencia y lo revestirá con un vestido de gloria. Encontrará gozo y corona de júbilo, y un hombre eterno recibirá en herencia.

Palabra de Dios

Salmo de hoy. Salmo 88, 2-3. 6-7. 8-9. 16-17. 18-19 

R/Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos? R/.

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean. R/.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.

Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor

Hoy se celebra a Santa Teresa de Jesús, primera Doctora de la Iglesia

Santa Teresa de Jesús

Esta valiente mujer impulsó una de las reformas más impresionantes de la historia de las órdenes religiosas: la reforma del Carmelo. Mística y escritora de ascendencia judía es reconocida tanto por su contribución a la espiritualidad católica como a las letras españolas.

Solo Dios basta

“Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene nada le falta:
solo Dios basta”.

Estas líneas pertenecen a uno de los poemas de Teresa: de alguna manera, son una acabada síntesis de la densidad de su obra -un auténtico itinerario espiritual-, fruto de su profundo amor por el Señor Jesús. “Nada te turbe” puede contarse entre las más hermosas plegarias que existen, ha sido traducida a numerosas lenguas y es oración de uso común para muchísimos católicos alrededor del mundo.

Dada su santidad y sus dotes teológicos, Teresa ostenta el título de ‘Doctora de la Iglesia’. De hecho, fue la primera mujer en recibir tal distinción en la historia de la Iglesia. Y puede decirse, sin caer en ningún exceso, que fue la gran reformadora del siglo XVI, siglo que empezó con la revuelta protestante.

Santa Teresa nació en Ávila (España) el 28 de marzo de 1515. Su nombre completo fue Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque se hizo llamar generalmente ‘Teresa de Ahumada’.

A los 18 años ingresó al Carmelo. Y muchos años después, a los 45, buscando responder a las gracias extraordinarias que recibía del Señor, emprendió la reforma de su propia Orden. Teresa de Jesús, como empezó a hacerse llamar, estaba llena de ansias de una auténtica renovación que recuperara el espíritu original del Carmelo, en buena parte perdido por esos años. Los monasterios carmelitas se hallaban, en su mayoría, contagiados de cierto aburguesamiento, y lejos de estar sometidos al mandato de Cristo, sus puertas y ventanas dejaron pasar vientos mundanos que soplaron por pasadizos y celdas, apoderándose de muchos corazones.

Al Monte Carmelo, a pie descalzo

A pesar de las incomprensiones, el rechazo inmediato de muchos, las habladurías y las falsas acusaciones -algo que llevaría a la santa a comparecer ante la Inquisición-, Teresa no se detuvo en el proyecto que el Señor le había encomendado.

Algún tiempo atrás

Teresa tuvo tanto un corazón apasionado como una inteligencia vivaz. Sin embargo, aun con eso, no se libró de pasar gran parte de su vida religiosa sumida en la mediocridad y el desasosiego, acentuados por enfermedades y dolencias físicas. Y cuando quiso hacer las cosas mejor, tampoco pudo evitar eso que San Juan de la Cruz llamó místicamente “la noche oscura del alma”. Dios permitiría que experimente todo esto en carne propia por largos periodos, aunque no sin sentido.

A la mitad de sus cuarenta, cuando Teresa por fin se dejó conducir de veras por Dios -sea a través de la oración o la lectura espiritual-, su interior empezó a redescubrir el primer amor al Crucificado. Y eso sería solo el primer paso.

En las largas horas de contemplación de cara a su amado Jesús, Teresa empezó a experimentar éxtasis y arrebatos místicos. Y, contra lo que cierto prejuicio podría sugerir, jamás perdió el sentido de lo práctico ni la habilidad para atender situaciones cotidianas. Es cierto que, como la mayoría de mujeres de su tiempo, tuvo escasa educación, pero eso no pareció ser impedimento alguno para mostrar un talento y sabiduría singulares.

Tal era ese “saber” proveniente de Dios que personajes ilustres y poderosos se rendían ante ella y le pedían consejo. Al locutorio acudieron obispos, autoridades y miembros de la nobleza. Muchos de ellos, en gratitud, se hicieron sus cooperadores: cierto caudal de recursos materiales y financiamiento a su “reforma” empezarían a llegar.

Dentro del corazón de Teresa, se iba confirmando eso que ella definió alguna vez como “el llamado dentro del llamado”. La santa carmelita sabía muy bien que toda obra de Dios es una tarea conjunta -Dios y su creatura- y que se requiere de mucha generosidad en todo sentido. Ella misma lo dice sin rodeos:

¡Doctora de la Iglesia!

Los escritos de Santa Teresa de Ávila son guía segura en el camino de la vida espiritual y la virtud cristiana, una invitación a la perfección de la caridad: la santidad. Baste recordar algunos de sus títulos fundamentales: Vida (su autobiografía), FundacionesCamino de perfección, y, Las moradas del castillo interior.

El Papa Benedicto XVI lo recordaba hace ya más de una década: “Santa Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, Santa Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción” (Audiencia general, 2 de febrero de 2011).

Teresa de Jesús partió a la Casa del Padre el 15 de octubre de 1582. Fue canonizada en 1622 por el Papa Gregorio XV y declarada Doctora de la Iglesia por San Pablo VI en 1970.

TOMADO DE ACIPRENSA